Un sistema de partidos que sigue cambiando
Tribuna de Joan Navarro, socio y vicepresidente de Asuntos Públicos de LLORENTE & CUENCA, publicada el 30 de junio en el semanario El Siglo de Europa:
La disputa por el espacio ideológico de la izquierda determinará hacia dónde van los 2,5 millones abstencionistas, que pueden darle a Sánchez de nuevo la posibilidad realista de liderar un Gobierno o a Iglesias la hegemonía sobre el PSOE
El 39ª Congreso Federal del PSOE ha cerrado el proceso pendiente de renovaciones de las cúpulas dirigentes en el sistema de partidos de España con el regreso de Pedro Sánchez a la Secretaría General.
En un primer vistazo, puede parecer que tenemos ya un nuevo sistema de partidos cerrado. Ha quedado atrás el sistema de bipartidismo imperfecto que había dominado nuestra democracia desde la Transición. Hoy nos encontramos con unas Cortes Generales con cuatro partidos por encima de los 30 diputados y el resto de fuerzas (nacionalistas y regionalistas) por debajo de diez. El Gobierno es el más débil de los que recordamos, con el apoyo garantizado sólo por su grupo parlamentario de 134 diputados.
Son distintos los factores que nos han llevado a esta situación. Si nos fijamos en varios indicadores del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), tenemos que ir al segundo semestre de 2007, cuando se inicia la crisis económica. La valoración sobre la situación política y económica cae de manera constante evidenciando un desencanto que pronto pasaría a indignación.
Sin embargo, los cambios que se estaban gestando no comienzan a hacer mella en el sistema de partidos hasta las elecciones europeas de 2014. Podemos, una fuerza nacida pocos meses antes impulsada por una alta presencia mediática, consigue una representación muy superior a la que vaticinaban las encuestas. Ciudadanos, que había obtenido un resultado más modesto en las europeas, decide dar el salto a la política nacional.
En diciembre de 2015, las elecciones generales configuran un Congreso muy fragmentado sin posibilidad de investir presidente del Gobierno. Seis meses después, asumido el fracaso para llegar a un pacto, las nuevas elecciones ratificaron el fin del bipartidismo con un patrón similar.
El sistema parece cerrado. Sin embargo, hay varios factores que indican que es probable que haya cambios en los próximos meses.
Por un lado, la movilización del electorado de derecha y centro-derecha es prácticamente total. Pero el equilibrio de poder entre el Partido Popular y Ciudadanos no es fijo: hay una vía abierta de votantes que van y vienen.
Por otro, el fracaso de las negociaciones para formar Gobierno en 2016 provocó una nueva vía de agua abstencionista entre PSOE y Podemos. Un año después, la bolsa de abstencionistas en la izquierda se sitúa en torno a 2,5 millones. El reto de Pedro Sánchez es recuperar el máximo de esos electores que le garantice una posición de predominio en las negociaciones con Podemos. Al tiempo, debe evitar que ese movimiento provoque una fuga de votos en el sector más centrista hacia Ciudadanos.
Además, hay que añadir unos liderazgos debilitados en los partidos. Mariano Rajoy y Pablo Iglesias tienen problemas para hacer crecer su electorado ya que son los peor valorados fuera de sus votantes. Rajoy cuenta con la ventaja de tener una base ideológica algo más amplia que Iglesias. Incluso, el presidente del Gobierno cuenta con mayor valoración en parte de la base ideológica de Ciudadanos. Por su parte. Pedro Sánchez y Albert Rivera provocan menos rechazo entre el electorado general. Por el contrario, sus propios votantes les dan una valoración baja. Se puede decir que la sociedad española ve a los líderes de los partidos como meros instrumentos coyunturales. No existe ningún Macron que inspire un liderazgo de país a largo plazo.
Por tanto, encontramos un sistema de partidos fluido. Hay dos variables a corto que pueden marcar los cambios. En primer lugar, los casos de corrupción del PP hacen crecer la intención de voto hacia Ciudadanos, de ahí su interés en mantener vivo el debate al respecto con medidas de regeneración y atacando al Gobierno en ese sentido. En segundo lugar, la disputa por el espacio ideológico de la izquierda determinará hacia dónde van los 2,5 millones abstencionistas, que pueden darle a los socialistas de nuevo la posibilidad realista de liderar un Gobierno o a Iglesias la hegemonía sobre el PSOE.