2016, no digo que me lo mejores, iguálamelo

29 Dic 2015

Escuchaba en la radio a un actor al que le tocaba función en Nochevieja. Decía que él no era mucho de pensar pero que había una fuerza extraña que le llevaba en una noche así a hacer balance y a extraer aprendizajes del año que termina. Y tal cual, tal cual, se lo trasladaría a su público, al que invitará a encapsularse por un instante y reflexionar sobre qué han sido y cómo les ha cambiado este 2015. Al escucharle me di cuenta de que absorta en este colapso narrativo en que me hallo, y mira que lo advirtió Douglass Rushkoff, me he topado con el final del año sin encapsular ni siquiera un poco.

Así que a la desesperada, con más ausencias que gazapos, y todo lo contrario, resumo lo que para mi han sido aprendizajes de un 2015 de “muy lobby y mucho lobby”, que diría respecto a los españoles Rajoy. Esto sería un resumen de lo que por forma, fondo o intensidad hemos hecho nuevo durante este año los consultores de asuntos públicos y lobbying:

  1. No tanto anticipar cuanto contextualizar y ayudar a comprender. Tan perdidos estábamos en lo volátil, sí. Pero lo cierto es que durante este año el trabajo de los analistas ha sido fundamentalmente de comprensión del contexto y de las consecuencias del mismo que, en forma de decisión pública, podría derivarse.Esto, en gran parte también, porque la recuperación de la crisis (para que nadie se enfade, hablo en términos macroeconómicos) ha traído consigo el interés por nuestro país de empresas internacionales a las que, entre elecciones, partidos emergentes, imputaciones divergentes y el tan cacareado ocaso del bipartidismo, casi les da un encarna de noche. Después de un año en el que no hemos parado de votar, hemos llegado a la víspera del 20D con un índice de indecisión y/o de decisión silenciada por bochorno que no conocíamos y que hacía más difícil si cabe la tarea de anticipar escenarios de futuro. Muchos clientes ni nos pedían tanto, les bastaba una respuesta a la pregunta de “pero, ¿y esto/este ahora?”.
  2. No tanto lobbying parlamentario como electoral o, si prefieres, programático. Y es que, aunque los parlamentos estaban cerrados, hemos tenido programas electorales para aburrir y en más de uno era interesante tratar de incidir. Aclaro que hablar de incidencia electoral es un eufemismo, sí, pero que solo enuncia un diálogo e intercambio de información entre los partidos políticos aspirantes y los representantes de los sectores potencialmente aspirados. La idea era ser escuchados y, en el mejor de los casos, que los intereses de esos sectores fueran reflejados en el programa electoral del partido que más posibilidades tuviera de gobernar. Hay algo especial en eso de que tu sector forme parte de la agenda política.
  3. Del acompañamiento al lobbying de sparring. La llegada de los partidos emergentes trajo consigo muchas incertidumbres de todo tipo, pero había una sustancial: “¿cómo les tratamos?”. Opsss. De pronto era como si los partidos emergentes, principalmente Podemos, fueran marcianos y la misión de los consultores de asuntos públicos fuera la de entablar un primer diálogo, previo al que la empresa o los sectores tendrían que llevar a cabo. La máxima era “si alguien tiene que ser sacrificado que sea el consultor pero no la marca”. Y así nos vimos portando pañuelos blancos en señal de paz. La sorpresa vino cuando nos dimos cuenta, en un lado y otros, de que éramos más normales de lo que el prejuicio indicaba y nos íbamos a necesitar más de lo que estábamos dispuestos a reconocernos. Lo más brutal fue que incluso los consultores, como raza aparte, les parecimos casi normales. No lo esperaba.
  4. Pedagogía del discurso. Ora electoral, ora institucional, ora políticamente correcto. Ha sido el año de los discursos. Quizá no tanto, pero si no queda así enmarcado, te pierdo, que solo llevo cuatro aprendizajes. Con tantas elecciones en el mismo año y con los aspirantes simultaneando su role de candidato y el de cargo electo hemos podido ver en purito directo la diferencia entre discurso electoral (“Llevaremos a la cumbre la hortaliza y la legumbre”, Ibañez dixit), discurso institucional (“estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”, Groucho Marx dixit) y discurso políticamente correcto (“en este punto la intervención en el territorio obliga al reajuste y a la búsqueda de la denominada política de acción”, ejemplo dixit). Y ahí también ha habido que hacer un trabajo de pedagogía. Ora lo perdonas y callas, ora lo debates, ora te encoges de hombros.
  5. Del lobbying magro al musculado. Venimos de una época de simplificación. Cuanto más sencillo lo contaras, mejor. Cuántos menos temas en agenda, mejor. Cuántas menos personas en la sala de reuniones, mejor. Cuantos menos folios de documentación, mejor. Y así ad eternum. La cosa es que las elecciones y las conformaciones de gobierno nos han brindado la oportunidad de trabajar más sobre los climas, de opinión que no los atmosféricos –aunque si se complican más las conformaciones de algunos gobiernos, igual también. Y así hemos podido trabajar de verdad y con más margen en la coopetición, en la construcción de redes en las que varios, diferentes y complementarios, unen fuerzas y conocimientos y trabajan, puntualmente pero en un plazo medio, en una misma dirección. Las mejores alianzas las hemos empezado a ver en este año.
  6. Del lobbying político al técnico. Con tanto político en campaña los técnicos han ganado enteros en el interés de los lobbies que, feroces y no, se han dado cuenta de que la metáfora del agua de Bruce Lee era buena y que, si no puedes ser agua, al menos acércate a ella, my friend. Con tanto gobierno inestable, hemos re-aprendido que la permanencia tiene mucho valor y que los técnicos, especialmente cuando la legislatura finaliza, son clave porque ayudan a preparar el terreno (o el recuerdo) de cara a una nueva legislatura. El final del eclipse del poder formal ha traído este tipo de re-descubrimientos. Esto es muy nuevo príncipe, lo sé, pero funciona.
  7. Del lobbying de los 100 primeros días de Gobierno al lobbying de gobierno funciones. Y qué le vamos a hacer. Los gobiernos en funciones han pasado de ser prácticamente ignorados por los lobbies a ser una opción de tránsito “ni tan mala”. Los consejos de gobierno se siguen celebrando y de ellos se derivan acuerdos, no muchos ni muy osados, pero acuerdos sobre asuntos públicos, al fin y al cabo. Volveremos a pelear por un miaja de atención en los primeros 100 días de gobierno pero, entre tanto, funcionemos en funciones.

Seguro que publicado el texto surgen otros muchos ejemplos, pero sirvan estos como ejercicio de encapsulamiento y reflexión sobre este año que acaba y, sobre todo, como guante hacia el nuevo año. Como dice José Mota, 2016, no digo que me lo mejores, iguálamelo.

Carmen Muñoz